Dicen los psicólogos y la gente entendida, que el otoño es
una de las épocas del año en que la gente se deprime más, al parecer no solo
son las hojas de los árboles las que se caen, sino que también nuestros ánimos.
Lejos de querer caer como las hojas, decidí salir aquella noche con un amigo, a
un local que nos habían dicho que estaba frecuentado por gente joven y que
esperaba que me hicieran volver a sentir el calor de un verano que ya quedaba a
mis espaldas.
Llegamos a nuestro destino, y aquel paraíso prometido dejaba
mucho que desear... gente joven si que había... pero demasiado joven incluso
diría, así que una vez más, nuestro mejor aliado fueron las copas.
Tras pasar un rato y con 3 copas en el cuerpo se nos ocurrió
irnos del país de los fan de Lady Gaga para ir a una sauna gay, jamás habíamos
pisado una ellas y la curiosidad (acentuada por el alcohol) nos hizo ir a
descubrir nuevas fronteras.
Entramos algo nerviosos sin saber muy bien que nos
encontraríamos, y nos dirigimos a unas taquillas donde veíamos que la gente se
desnudaba y únicamente se quedaba con una toalla enrollada en la cintura...
nosotros hicimos lo mismo, y seguimos unas flechas que indicaban el camino
hacia “la sauna”, y tras pasar por una bocanada de vapor, aparecimos en el
mismísimo cielo...
Siempre había tenido la sensación de que en estos sitios
solo asistía gente mayor o poca agraciada que les resultaría difícil ligar, y
por lo visto estaba del todo equivocado... Allí vivía la mayor concentración de
Dioses, Tritones, Adonis, y de todos aquellos hombres perfectos de fábulas que
pudiera imaginar. Roces, miradas, la mano suelta de alguien... todo ayudaba a
volver a sentir en mi, el calor extremo de un medio día de Agosto, ¿quién se
podía acordar que era otoño?, estaba claro que allí no caían las hojas, ni los
ánimos, ni mi toalla... que se levanto y no había forma de poder bajarla viendo
aquel sexo y erotismo que me envolvía, estaba nervioso, alucinado, algo
confundido, incluso llegue a perder una de la chanclas que llevaba, así que sonrojado
de mi situación, y por las altas temperaturas de las saunas, jacuzzi, y baños
árabes que pude ver, volví a mi taquilla para vestirme e irme de aquel sitio lo
antes posible.
Tras salir de la sauna no podía dejar de pensar en aquel
sitio, ¿era decente algo tan bueno?, era como si hubiese estado metido en la
más tórrida de las películas porno gay jamás vista, aunque con un toque Dinsey,
perdí uno de mis zapatos como Cenicienta, aunque si hubiera vuelto a buscarlo
no me hubiera encontrado un príncipe encantador que me lo encajara en el pie,
si no un Adonis perfecto que me la hubiera encajado en el culo, y no el zapato
precisamente.
Y en medio de la calle, volví agradecer sentir el frío aire
que corría en aquellas horas de la noche en mi cara, y notar que el único calor
que tenia en mi, era el de mi abrigo y bufanda.
Lu.