lunes, 18 de julio de 2011

Por la gracia de Dior

Recuerdo en un capitulo de  “Sex and the city” como Sara Jessica Parker hacía referencia a que no hay nada peor en Nueva York que ser soltero a los 30, y aunque yo no viva en la gran manzana creo que en cierta manera tenia razón, aunque no solo es en Nueva York, si no en el resto del mundo.

No hace falta vivir en una gran ciudad para que uno se sienta un poco Sara Jessica Parker. Viviendo en un pueblo la reflexión de ella, cobra mucha más intensidad.

Pasado los 30 y sin relación estable alguna uno siempre es el foco fácil de las críticas de los demás, señalado con el dedo o incluso víctima de algún comentario fuera de lugar, y si además eres gay, estás muerto.

Arto de todo esto y para ahorrarme explicaciones de el por que de mi soltería, en la última boda que me invitaron fui acompañado de una buena amiga.
Elisabeth era de esas chicas políticamente incorrectas que muchas quisieran ser pero que no se atrevían a serlo. Directa, espontánea, extrovertida, seductora, explosiva… y casada, aunque este último dato me asegure de que permaneciera guardado bajo llave.

Bajamos del coche para dirigirnos a la Iglesia donde se celebraba el acontecimiento, yo con un traje negro y una camisa Prada negra con detalles en color rosa chicle que conjuntaba a la perfección con el fabuloso vestido de Dior de palabra de honor que lucia Elisabeth. Tras bajar del coche y con todos los invitados dentro de la Iglesia (ya que llegábamos algo tarde para darle más clase a nuestra entrada) fue abrir la puerta e inmediata mente todas las miradas fueron dirigiéndose hacia nosotros progresivamente, y todas aquellas personas que siempre me habían juzgado y mirado bajo unos ojos de “el soltero”, empezaron a dibujar una sonrisa en sus caras.
Tras el enlace fueron muchos los que se me acercaron para darme conversión y para presentarse a la que ya dieron por sentado que era mi novia. Ellos no paraban de comentarme la exuberancia de Elisabeth, y ellas no pararon de adorar su Dior, era increíble ver como únicamente por entrar acompañado cogido de la mano de una chica la gente podía cambiar su visión de mi, y sin más, en aquel momento deje de ser para muchos el soltero de Lu, para convertirme en el afortunado de Lu.

Hasta aquel entonces siempre había odiado las bodas familiares, me parecían cursis, tradicionales, poco divertidas y sobretodo muy largas… Pero aquella no, ¡estaba fascinado ante tal protagonismo!, y en el segundo plato, en el momento más álgido de embriaguez, el cuento termino…

Apareció Teresa, una mujer que por lo visto juntamente conmigo era la única persona que conocía el secreto de mi amiga, y que al contrario que yo, ella se encargo (muy sutil mente eso si) de difundirlo entre todos los asistentes al acontecimiento… y así fue como poco a poco todos descubrieron que mi compañía, era una tren tañerá casada.

Como en el cuento de Cenicienta a medida que iban pasando las horas tenia más ganas de desaparecer de aquel sitio, estaba viendo como aquel maravilloso mundo creado de la nada se deshacía a marchas forzadas… las sonrisas que antes me brindaban se convertían en muecas desagradables y el Dior adorado, en un vestido de fulana.

La sociedad nos prepara para nacer, crecer, aparejarte, y morir dejando tu legado a tus hijos y pareja, pero… ¿Qué pasa cuando uno no cumple con ninguna de estas reglas?, ¿Dejas de ser un ciudadano ejemplar para el mundo?


Lu.

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