miércoles, 10 de agosto de 2011

El circo de la vida

Las personas jóvenes que viven en localidades costeras y turísticas siempre desean que llegue el verano para ver más moviendo por sus calles, más ajetreo, más variedad de ocio, más variedad de gente… y yo, como no, era uno de ellos.

Cansado de tener relaciones de una sola noche y desesperado por ver caras nuevas, una noche bastante calurosa de finales de Junio había salido a tomar una copa con mis amigos con la única intención de ver a los nuevos rostros veraniegos que se pasearían por nuestras playas durante el verano, y es que aun teniendo más de 30 la ingenuidad me hacia pensar que en cualquier momento se me cruzaría por delante alguien a lo Andrés Velencoso que me aria pasar un tórrido verano con un final en el que comer perdices, aunque en la realidad jamás esto me había pasado.

Fuimos a un local que estaba en pleno auge en aquel momento, que es lo hacía todo el mundo, y “todo el mundo” incluye que a veces te encuentres a gente a la que no te gustaría ver.
Entramos en la discoteca a lo que parecía una velada con clase y con mucha gente, con nuestras copas en las manos y nuestras bikkembergs en los pies, cada uno de nosotros fue paseándose por el local en busca de nuestro final con perdices, a lo que de golpe, escuche unos gritos cerca de la puerta de entrada.
Al acercarme a mirar que pasaba, vi que el portero estaba impidiéndole la entrada de malas maneras a un chico que iba borracho, que para mi sorpresa, era uno de los primeros chicos que tenia apuntado en mi “churri-agenda”

Michael era un chico ingles de treinta y largos años, atractivo, corpulento, y con un encanto que por lo visto también se lo bebió… aun me explico como entre tanta gente y en su estado logro verme de reojo y gritar mi nombre… ¡fue bochornoso! ¡Me sentía como el actor secundario de aquella película de clase b! Y mientras que el portero sujetando a Michael me miraba como pidiéndome sentencia para el, siendo yo por un momento el centro de atención de aquella escena, hice una negativa con la cabeza y sin más, me di media vuelta, sin querer saber nada más de el, y con mirada baja me retire del escenario bebiéndome de un tirón mi copa mientras Michael desaparecía de la discoteca, y de mi agenda.

Tras mi pequeña interpretación y con mi bochorno plausiblemente disimulado fui a pedirme otra copa, cuando de camino a la barra tropecé con Marcos.
Marcos de 30 años, estaba entre los 10 primeros puestos de mi “churri-agenda” aunque fue bajando puestos rápidamente por lo ordinario que resultaba ser hablando y en la cama, pero allí no solo fue correcto, sino que además fue muy educado…, no abrió la boca para nada, sólo bajo una mirada justiciera pidiéndome piedad y silencio, me hizo un gesto con la mano dejándome paso a mi primero para pedir en la barra… Marcos estaba acompañado de su novio…
Una simple sonrisa y un gesto adorable con la cabeza por mi parte fue suficiente para deshacerme de el, y un poco de tipex para borrarlo de la agenda.

Buscando a mis amigos y con algo más de alcohol en el cuerpo de lo recomendado, sin querer tropecé y le tire la cartera a un chico que tenia justo al lado, y tras agacharme para ayudarle a recoger las cosas, levante la vista para disculparme cuando me di cuenta que era Carlos, un chico de 28 años al que había conocido por Internet y que desde hacia meses me insistía para volver quedar, fue cuando se me escapo una sonrisa y pensé que aquella noche quizás no terminaría tan mal.
Tras un breve cruce de palabras ambos asombrados y yo con su DNI en la mano no pude evitar echar una ojeada a la fecha de nacimiento, y… Nacido en 1992, ¡¡tenia solo 19 años!! ¿Por qué me había mentido…? Basto un simple bostezo para excusar mi cansancio y desaparecer de aquel lugar.

Mientras me iba de allí andando por la calle sin haber avisado a mis amigos, no pude evitar en pensar en todo lo que paso aquella noche, había visto pasar por delante mi vida sexual, y era horrible, no había ningún Velencoso.
Aquella noche fue como una representación circense en la que yo era el único espectador, y cada vez que cerraba los ojos escuchaba una música teatral con un domador anunciando el show:
-¡Pasen y vean! Michael, el único hombre capaz de enfrentarse a grandes fieras
- Marcos, ¡el hombre de las dos caras!
-Carlos, ¡el increíble encantador de serpientes!

Por lo visto, en aquel circo de la vida yo no sabia comprar las entradas para ver el espectáculo adecuado…


Lu.

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