miércoles, 16 de noviembre de 2011

La puta y la musa (parte 1)


La vida, muchas veces te presta a situaciones que difícilmente nos podríamos imaginar, pero por inimaginables que parezcan, pasan, y una de ellas por ejemplo es asistir a la boda de tu ex…

Llegue al lugar citado del evento algo ruborizado por el papel (que sin querer) me había tocado representar en aquella boda, el de el ex de uno de los dos protagonistas que se casaban, y a la vez algo preocupado por le que pudieran pensar los demás de mi, de siempre se es sabido que las comparaciones son odiosas, y si además es con alguien que tienes delante, todavía más.

Poco a poco fue pasando la velada, una boda con tintes melancólicos, pero que no paso de ser un simple carnaval elite, gente con buenos trajes sonriendo a los nuevos emparejados e incapaces de mirar de reojo sin disimular a la mesa donde yo estaba, los “normales”, peluqueros, camareras, streapers… (y éste último, por lo visto era yo) y es que en un ataque de esplendor por mi parte y de algo de celos, no se me ocurrió otra cosa que presentarme por sorpresa dos días antes de la boda a la despedida de mi ex para “regalarle” un streaptease, haciéndole memoria (más que nunca) de todo lo bueno que dejaba ataras, pero… la sorpresa me la lleve yo cuando enfundado con mis pantalones de cuero en ese traje de policía malo, me di cuenta que la despedida era conjunta…

Al entrar en el local donde se celebraba la fiesta y ver el panorama, me quede más que avergonzado… interpretando a la peor Bridget Jones de la historia, y bajo la mirada, el silencio de todos y soltado la frase más cursi que nunca he dicho “quien se ha portado mal esta noche” decidí robarle el Martini de la marica que tenia al lado para bebérmelo de golpe y dar comienzo al show.

Empezó a sonar la canción “Aprendiz” de Malú, una canción que me pareció divertida haciendo un guiño a lo que fue nuestra relación, aunque ésta vez la canción me sonaba como a la peor marcha fúnebre de la historia, y dándole las infinitas gracias a las gafas de sol que llevaba puestas y que me impedían ver con claridad, empecé a desnudarme y a conocer al futuro marido de mi ex.

Aquella anécdota fue la comidilla de la boda. Ya no era solo el ex, si no que además era el ex que se desnudaba en público, me sentía como un prostituto descubierto ahogando su vergüenza con el cava, hasta que se acerco Iván, un reconocido artista (pintor y escultor) que naturalmente saco el tema de la despedida, pero como no podía ser de otra manera, con mucho arte. Lejos de hacer cualquier comentario bochornoso sobre el tema, me dijo: No sabes como lamento haber llegado tarde a la despedida de los novios, veo que realmente me perdí lo mejor de la noche.
En cualquier otra situación esto me habría parecido una forma cursi y barata de querer ligar conmigo, pero en ese momento aquellas palabras supieron sacarme una sonrisa y darme una bocanada de aire fresco…

Tras terminar todo el convite, y habiendo tenido al pintor coqueteándome gran parte de la cena, pensé que quizás la velada no terminaba de estar tan mal, aunque aun no tenia claro si después de todo lo que estaba pasando...
¿como sería mi entrada en la discoteca?, ¿como Puta? ¿o como Musa?

Lu.


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